¿Cómo se forma la autoestima?

¿Por qué este post podría cambiar el curso de tu vida? La forma como nos sentimos con respecto a nosotros mismos afecta todos los aspectos de nuestra vida; incluyendo desde nuestro trabajo, el amor o el sexo y nuestro comportamiento como padres, hasta la forma como nos relacionamos con Dios. A eso se le llama autoestima y es clave para sentirnos bien con nosotros mismos y los demás.

¿Por qué es tan importante la autoestima?

La influencia que los acontecimientos de la vida tendrán en nosotros dependerá de la forma cómo nosotros nos vemos a nosotros mismos. Esto quiere decir que la autoestima de una persona puede determinar en gran medida su éxito o su fracaso. 

Si aún no estás convencido(a) de la importancia de aprender y crecer en esta área de tu vida, apartando los problemas de origen biológico; no existe una sola dificultad psicológica, desde la angustia y la depresión, el miedo a la intimidad o al éxito, el abuso de alcohol o de las drogas, el bajo rendimiento en el estudio o en el trabajo; hasta los malos tratos a las mujeres u hombres o la violación de menores, las disfunciones sexuales o la inmadurez emocional, pasando por el suicidio o los crímenes violentos, que no sea atribuible a una autoestima deficiente en el ser humano (Nathaniel Branden).

El psicólogo William James dijo sobre la autoestima: la angustia mental frecuentemente sigue a las personas que se creen insuficientes y sin valor. 

Ahora, después de comenzar a entender la magnitud del problema de la autoestima, ten en cuenta que el 85% de la población del mundo sufre de problemas de autoestima. El 70% de las personas tienen un bajo concepto de sí mismas, diciendo que no son suficientemente buenas, que son feas e inadecuadas. El 45% de los hombres no están contentos con sus cuerpos. 

Pero, ¿Qué es la autoestima?

Veamos qué es la autoestima. Es la manera como te percibes a ti mismo(a). Se trata de la parte emocional de tu mente, valora lo más íntimo de tu ser, es decir, tu valía como persona.” 

“Es el concepto que tienes de ti mismo”. Brian Tracy

“Es ese sentimiento que se encuentra en lo más profundo de tu piel y que habla de tu propio valor”.

Denis Waitley

En otras palabras, como dijo Branden, la autoestima es la suma de la confianza y el respeto por uno mismo; y refleja el juicio implícito que cada uno hace de su habilidad para enfrentar los desafíos de la vida.

¿Cómo desarrollamos nuestra autoestima?

Esta pregunta es importante porque si entendemos la raíz del proceso de formación de nuestra autoestima, podremos trabajar en ella más eficientemente.

La autoestima se desarrolla desde muy temprana edad y nunca deja de evolucionar, cambiar, mejorar o incluso deteriorarse. Es decir, está en continuo movimiento. Además, al ser producto de nuestra condición pecaminosa, no es voluntaria, espontánea o natural; sino que proviene de las condiciones de vida y de lo que cada uno va experimentando en el transcurso de la misma. 

Por ejemplo, a partir de los 5-6 años aproximadamente, es cuando empezamos a formar una idea de lo que significa ser nosotros mismos. Esta idea estará influenciada por el estilo de apego que desarrollen nuestros cuidadores primarios con nosotros. Si ellos desarrollaron un apego seguro, nos sentiremos amados, sentiremos que somos especiales y que tenemos valía.

Pero, cuando nuestros cuidadores primarios no están presentes emocionalmente para darnos amor y aceptación, desarrollamos un apego inseguro; el cual nos lleva a sentirnos indignos, no validados y con falta de valía personal. 

El período de la asolescencia y la formación de la autoestima

Más adelante, en la adolescencia, empezamos a valorarnos en función de la relación que desarrollamos con nuestros pares y de acuerdo a los criterios culturales en el área de la belleza, valor o capacidades intelectuales. 

Y, cuando llegamos a la edad adulta, la autoestima se vive en base a ese guión de vida que desarrollamos en nuestra infancia y que podría estar marcando el curso de nuestras vidas. De esta forma, va creciendo la propia satisfacción o insatisfacción, así como la seguridad e inseguridad ante uno mismo. 

¿Cómo sabes si tienes una autoestima positiva?

Una persona con una autoestima positiva…

  1. Cree con firmeza en ciertos valores y principios, y está dispuesta a defenderlos incluso aunque encuentre oposición. 
  2. No pierde tiempo preocupándose en exceso por lo que le haya ocurrido en el pasado ni por lo que le pueda ocurrir en el futuro. 
  3. Confía plenamente en su capacidad para resolver sus propios problemas, sin dejarse acobardar fácilmente por fracasos y dificultades. Y, cuando realmente lo necesita, está dispuesta a pedir la ayuda de otros.
  4. Como persona, se considera y siente igual que cualquier otro; ni inferior, ni superior; sencillamente, igual en dignidad; y reconoce diferencias en talentos específicos, prestigio profesional o posición económica.
  5. No se deja manipular, aunque está dispuesta a colaborar si le parece apropiado y conveniente.
  6. Es capaz de disfrutar con una gran variedad de actividades.
  7. Es sensible a los sentimientos y necesidades de los demás; respeta las normas sensatas de convivencia generalmente aceptadas, y entiende que no tiene derecho —ni lo desea— a medrar o divertirse a costa de otros.

Una persona que tiene una autoestima negativa tiene las siguientes características:

  • Autocrítica rigorista: tendiente a crear un estado habitual de insatisfacción consigo misma.
  • Hipersensibilidad a la crítica: que le hace sentirse fácilmente atacado y a experimentar resentimientos pertinaces contra sus críticos.
  • Indecisión crónica: no tanto por falta de información, sino por miedo exagerado a equivocarse.
  • Deseo excesivo de complacer: no se atreve a decir «no», por temor a desagradar y perder la benevolencia del peticionario.
  • Perfeccionismo: o autoexigencia de hacer «perfectamente», sin un solo fallo, casi todo cuanto intenta; lo cual puede llevarlo a sentirse muy mal cuando las cosas no salen con la perfección exigida.
  • Culpabilidad neurótica: se condena por conductas que no siempre son objetivamente malas, exagera la magnitud de sus errores y delitos y/o los lamenta indefinidamente, sin llegar a perdonarse por completo
  • Hostilidad flotante: irritabilidad a flor de piel, siempre a punto de estallar aun por cosas de poca importancia; propia del supercrítico a quien todo le sienta mal, todo le disgusta, todo le decepciona, nada le satisface.
  • Tendencias defensivas: un negativo generalizado (todo lo ve negro: su vida, su futuro y, sobre todo, su sí mismo) y una inapetencia generalizada del gozo de vivir y de la vida misma.
  • Críticos con los demás: en ocasiones, una persona que padece de una baja autoestima puede llegar a emplear la crítica hacia otras personas cuando algo sale mal, especialmente cuando se trate de defenderse a uno mismo ante una situación incómoda, con la pretensión de demostrar su inocencia. Incluso, puede que la persona que padece autoestima baja no llegue a ser consciente de su comportamiento y que no lo haga con una mala intención.

¿Qué tipo de autoestima consideras que tienes?

¿Te has puesto a pensar en cómo te percibes a ti mismo(a)? Como dijimos anteriormente, el principal valor que debes darte a ti mismo(a) es el valor que Dios te ha dado; un valor tan grande, que dio a Su único Hijo para que muriera en tu lugar y así poder ofrecerte la vida eterna.

De manera que, no importa si tu familia de origen ha sembrado en ti dudas sobre tu valor como persona; ni si tus amigos o pareja no te hacen sentir como un igual; no importa si tus compañeros de trabajo no reconocen tu arduo trabajo ni tu valor como personal del lugar en el que trabajas; tu valor ante los ojos de Dios es incalculable.

Mira lo bueno que hay en ti, reconoce tus cualidades, tus buenos principios, los conocimientos que tienes; valora los buenos rasgos de tu personalidad, esas cosas buenas que tienes en ti para ofrecer a los demás; mírate al espejo y date cuenta de que eres un ser único, con un propósito, con metas, con sueños. ¡Date el valor que tu propio Creador te ha dado y serás feliz!

¿En el transcurso de tu vida, has hecho algo que te ayudó a mejorar tu autoestima? Compártelo con nosotros en los comentarios, y así, ayudarás a otros a aumentar su autoestima y empezar a recorrer el camino de la felicidad y el valor propio.

La salud mental ante la crisis

En los blogs anteriores hemos hablado sobre qué es la salud mental y la importancia de esta para el ser humano, pues de ella depende el enfoque que tenemos de la vida, cómo percibimos nuestra realidad y la forma en la que enfrentamos los problemas, conflictos o situaciones que se nos presentan día a día. De la forma en la que esté nuestra salud mental, así enfrentaremos nuestra vida diaria.

¿Qué es la salud mental?

El concepto de salud mental contiene una carga valorativa; pues las evaluaciones de los síntomas y procesos afectivos, cognitivos y comportamentales empleados para determinar si un individuo es sano o enfermo varían de acuerdo a las representaciones sociales y paradigmas científicos prevalecientes en cada contexto sociocultural y periodo histórico.

Es decir, por ejemplo, para la cultura africana es normal hacer cortes en la piel de un guerrero para que sus cicatrices muestren valentía y jerarquía; pero para la cultura americana, hacer cortes en la piel es un signo de padecer algún trastorno mental como la depresión o la ansiedad.

Por lo dicho anteriormente sabemos entonces que la definición de salud mental depende del contexto en el que se desarrolle el individuo, su entorno socio-cultural.

La salud mental juega un papel importante ante el manejo de una crisis; pues la persona reaccionará ante la crisis a través de sus “lentes de la salud mental”. Es decir, si la salud mental está en buenas condiciones, las preocupaciones, el estrés, la ansiedad y los problemas en general se podrán enfrentar exitosamente y la persona podrá lidiar con ellos.

Por el contrario, si la salud mental está siendo afectada por algún factor, su deterioro podría alterar la percepción de las situaciones problemáticas de estrés, ansiedad y preocupación; impidiendo que la persona enfrente y lidie exitosamente con dichas situaciones. Y, puede ser tan grave el nivel de alteración de la salud mental en estos casos que llegue a la persona a tener una crisis de salud mental.

Crisis internas y externas en el mundo actual

¿A qué llamamos crisis de salud mental? ¿Qué manifiesta una persona que está en crisis? En el libro Saldremos de esta: Guía de salud mental para el entorno de la persona en crisis”, describe brevemente lo que una persona en crisis podría manifestar: depresión, oír voces, tener ansiedad, abusar de las drogas, infligirse lesiones a sí mismo(a), alucinaciones, agresividad. Por nombrar los efectos más sencillos y superficiales. La autora los describe como las respuestas habituales ante eventos estresantes.

Es importante hablar sobre la crisis de salud mental porque estamos acostumbrados a escuchar sobre crisis políticas, económicas, sociales, sanitarias, etc., pero no se le presta atención suficiente a la crisis interna que podrían estar teniendo las personas ante todos los acontecimientos que ocurren a nivel mundial.

Entonces, podríamos decir que existen crisis internas en el ser humano, a nivel de salud mental, y que también existen crisis externas de las cuales también se es víctima.  Tal es el caso de las crisis conocidas ya por nuestra sociedad: crisis económica, social, moral, religiosa, sanitaria, política, alimentaria, entre otras. Estas son crisis que afectan también la salud mental.

Estas crisis están determinadas por factores como la migración, el desempleo, trabajo precario, desnutrición, la falta de vivienda, salud infantil, trastornos mentales; mortalidad general de la población, el medio ambiente, funcionamiento de los servicios públicos y la protección o los derechos sociales.

Yendo más allá aún, se habla de que nuestra sociedad actual está enfrentando niveles de crisis nunca antes vividos, pues se ha combinado el deterioro de la economía, la sociedad, la salud pública, la moral, etc., a niveles nunca antes visto. Esto ha producido lo que se denomina una crisis de civilización.

Todo va en deterioro. Todo se ve difícil y sin salida.

Una crisis inesperada: el Covid-19

A todo eso que está sucediendo se le suma la crisis que ha producido la pandemia del Covid-19. Esta es una crisis relacionada a condiciones fuera de lo normal; tal como está sucediendo desde marzo del presente año, con el mundo entero enfrentando una pandemia que pone en riesgo la salud de su población.

Esta crisis no solo está constituida por los síntomas que produce la enfermedad, que de por sí son difíciles de sobrellevar y afectan gravemente la salud de la persona; sino que además las consecuencias a nivel psicológico de todo lo que implica este virus afectan a toda la población mundial.

El miedo a contraer el virus, la cercanía de contagiados en el medio en el que nos desenvolvemos, el uso de los cubrebocas, la constante desinfección; además del aislamiento social, el confinamiento y la imposibilidad de desplazarse a otros lugares, la zozobra de tener las llamadas enfermedades de base (hipertensión, diabetes, asma, entre otras), pueden ser factores que afecten la salud mental de la población actual, pues la “nueva normalidad” es algo a lo que no estamos acostumbrados.

El papel de la tecnología durante las crisis

Además, las redes sociales, las noticias, los chats inmediatos como el WhatsApp, y otras formas de comunicación, han favorecido el sustrato para que las noticias, tanto reales, como las que aumentan la realidad de las catástrofes debido al uso de rumores, afecten la salud mental de los usuarios y lectores y derive en más estrés para nuestras mentes. Este es un factor que en el pasado no existía y no constituía más leña para el fuego de la crisis de una sociedad que ya estaba en zozobra.

Estas tecnologías pueden llegar a afectar la salud mental del usuario, pues recibe más información de la que emocionalmente o psicológicamente puede enfrentar. La persona se encuentra bombardeada y saturada por cifras y estadísticas terribles sobre enfermos y muerte; se siente agobiada, desesperada, pierde la esperanza, se le afecta su razonamiento y entra en crisis.

La pandemia y el aislamiento también están teniendo un gran impacto psicológico, al punto que la Organización Panamericana de la Salud (OPS) aseguró que actualmente hay una “crisis de salud mental” sin precedentes en América; esto por el aumento del estrés y del consumo de drogas y alcohol durante las restricciones de movilidad.

El hecho de que el Covid-19 continúe luego de tantos meses, ha provocado una sensación de desánimo y derrotismo en muchos ciudadanos del mundo. Incluso, ha provocado que muchos abandonen sus creencias religiosas y pierdan la fe al ver todo lo que el Covid-19 conlleva.

La pandemia y la economía

La importancia de esta pandemia en el mundo actual es que ha traído crisis económica casi en la totalidad de los países que son víctimas del virus; además, ha creado crisis social pues cada vez nos distanciamos más de los que nos rodean con el fin de evitar los posibles contagios; también ha traído crisis a nivel político.

Pues hay países que no han tomado las medidas necesarias para controlar el virus y esto ha traído enfrentamientos entre gobiernos y disconformidades; ha ocasionado crisis alimentaria, pues la producción interna de algunos países y su capacidad de importación de alimentos también se ha visto afectada; y ni hablar de la crisis a nivel sanitario, con hospitales abarrotados de enfermos y con carencia de recursos hospitalarios.

La salud mental apoyada en una esperanza real

Por todo esto, podemos concluir que el mundo está viviendo una crisis general como nunca antes vista. No es ilógico pensar que se vea afectada la salud mental de las personas. Podríamos pensar que no hay esperanza, que todo va en decadencia, que estamos solos sin un refugio al cual acudir.

¿Te sientes sin refugio y sin esperanza? Si es así, ¡tengo excelente noticias para ti! No importa cuán convulsionado parezca el mundo, el tipo de crisis que estemos viviendo; lo desesperante que sean las condiciones sociales, tenemos un Dios que es nuestra Roca eterna de apoyo, nuestra fortaleza, nuestra esperanza ante la crisis.

En la Biblia encontramos muchos versículos que nos muestran que Dios está siempre con nosotros, que es nuestro cuidador vigilante que siempre está a nuestro lado. Te invito a que leas el Salmo 91 si necesitas promesas de Dios que fortalezcan tu alma.

En Isaías 41:10 leemos que dice Dios: “Así que no temas porque Yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. En Deuteronomio 31:8 leemos: Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides. En Juan 16:33 leemos: Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.

Versículos como estos nos muestran el refugio que es Dios para nosotros en medio de cualquier tipo de crisis y son un gran apoyo para nuestra salud mental, para nuestro bienestar general de hecho.

Te invito a que te refugies hoy en nuestro poderoso Dios ante las crisis que puedas estar viviendo. Encontrarás en Él la paz que tanto estás buscando.

¿Qué otros versículos de la Biblia conoces que den palabras de ánimo en tiempo de crisis? ¿Crees que son un apoyo importante para fortalecer nuestra salud mental? Coméntanos en la sección de comentarios y así podremos apoyarnos mutuamente en estos tiempos difíciles que vivimos.

¿Qué es un Trastorno mental?

Continuemos en este blog tratando de desarrollar esta temática tan importante en nuestra sociedad. Lo primero que quiero hacer hoy es definir qué es la salud mental. La Administración Federal de Servicios de Abuso de Sustancias y Salud Mental (SAMHSA) la define de la siguiente manera:

La Salud Mental es cómo una persona piensa, siente y actúa cuando se enfrenta con situaciones de la vida. La salud mental es la forma en que la gente se mira a sí misma, a sus vidas y a las demás personas en sus vidas; evalúan sus desafíos y problemas; y exploran sus opciones. Esto incluye manejar el estrés, relacionarse con otras personas y tomar decisiones (2006).

Sabemos que en la actualidad hay muchas personas que padecen algún tipo de trastorno mental, producido por diversas causas de origen. Pero, ¿sabemos qué son los trastornos mentales?

El trastorno mental es una alteración sostenida de tipo emocional, cognitiva y/o de comportamiento, en que quedan afectados procesos psicológicos como la emoción, la motivación, la cognición, la conciencia, la conducta, la percepción, la sensación, el aprendizaje, el lenguaje, etc. Estos síntomas dificultan que la persona se adapte al entorno cultural y social en el que vive.

La Asociación de Consejeros de Salud Mental de América (AMHCA) publicó un reporte en el mes de Agosto titulado “Más allá de la Tormenta Perfecta: Cómo el racismo, COVID-19, y el desplome de la economía ponen en peligro nuestra salud mental”. El reporte resalta que el 40% de los americanos tienen trastornos mentales de ansiedad y depresión.

Si comparamos estas cifras con el año 2019, nos daremos cuenta de que solo un 8% de los adultos tenían síntomas de trastornos mentales de ansiedad y un 6 porciento de depresión. Estamos sufriendo de trastornos mentales como nunca en la historia y las cifras van en aumento. Para finales del 2020 se estima que 103 millones de adultos en los Estados Unidos sufrirán alguna forma de trastorno de salud mental. Y esto es solo tomando en cuenta a los Estados Unidos, imaginemos la cantidad de personas que están padeciendo de lo mismo a nivel mundial.

Los trastornos mentales más comunes en todo el mundo son: la depresión con 264 millones de personas, trastornos bipolares 45 millones, demencia con 50 millones y esquizofrenia y otras psicosis que afectan a 20 millones.

¿Cómo sabemos que un comportamiento ha pasado de ser normal a anormal?

Esta es una pregunta muy compleja para responderla en el corto espacio que tengo en este blog. Pero trataremos de dar algunas pautas al respecto. Algunos grandes autores de la historia han tratado lo que es normalidad en el ser humano. Por ejemplo:

  1. Freud: la normalidad es una ficción ideal. La salud mental es la capacidad de amar y trabajar.
  2. Eissler: es imposible alcanzar la normalidad absoluta porque la persona normal debe ser absolutamente consciente de sus pensamientos y sentimientos.
  3. Klein: la normalidad está determinada por la fortaleza del carácter, la capacidad de enfrentarse a conflictos emocionales, la capacidad para experimentar placer sin conflicto y la capacidad para el amor.
  4. Menninger: la normalidad es la capacidad de saber adaptarse satisfactoriamente al mundo exterior y manejar el proceso de aculturación.

A pesar de que estos grandes psicólogos trataron de definir lo que es normal, otros expertos abogan que el comportamiento anormal no puede ser definido de manera tan concisa (Bennett, 2011), porque numerosos factores afectan la evaluación del comportamiento anormal, incluyendo las normas sociales, culturales y sesgos.

Analicemos el concepto de normalidad y anormalidad desde la perspectiva de la salud física y las enfermedades. Hace un tiempo fui al doctor porque tenía 102 F de fiebre, no podía tragar bien y mi garganta estaba irritada. Cuando el doctor me revisó se dio cuenta de que tenía una bacteria. Luego, hizo un chequeo de la sangre y confirmó el diagnóstico de que había algo anormal en mi cuerpo. Estas señales de enfermedad eran objetivas y fáciles de diagnosticar con los estudios de sangre o la toma de Rayos X. Pero, cuando vamos a definir lo que es normal y anormal en el plano psicológico es más complicado de lo que nos imaginamos, porque todo es muy subjetivo. El profesional en la salud mental no tiene una prueba de sangre, o Rayos X, o tomografías para diagnosticar el comportamiento anormal de un paciente. Él depende de juicios clínicos que son influenciados hasta cierto punto por diferentes factores fuera de su control.

Millon (1969) en un esfuerzo por ayudar en la complejidad de definir lo normal de lo anormal agrupó el trastornos mental en cuatro categorías diferentes. Primero, que los procesos fisiológicos son los factores determinantes primarios de la psicopatología. En segundo lugar, que los factores psicológicos determinan el comportamiento psicológico anormal. En tercer lugar, se habla de la experiencia única y la percepción de cada individuo, y cómo se vive esa percepción. Por último, que el proceso de aprendizaje a través del refuerzo forma la patología en el individuo.

La primera manifestación de los factores psicológicos del trastorno mental en un individuo suele ser algún tipo de perturbación, que podría incluir ansiedad, depresión, ira u otro sufrimiento que es emocional o psicológico en lugar de físico.

La segunda manifestación es un deterioro en su funcionamiento: incapacidad de alcanzar las metas, dificultad para manejar las rutinas del día a día, mantener un trabajo o una conversación clara. Las personas con fobias, trastornos de personalidad o depresión profunda serían ejemplos. Hay peligro en torno al daño que el individuo en dificultades puede causarse a sí mismo u a otros.

La tercera manifestación es una conducta que no es aceptable ante la sociedad. Al final, si el individuo no recibe atención profesional, y pudiera estar en peligro su vida o dependiendo del trastorno que tenga, pudiera estar en peligro la vida de las personas que le rodean.

Síntomas comunes que son potencialmente indicativos de un trastorno mental

Estos son algunos signos y síntomas comunes que son potencialmente indicativos de trastornos mentales:

  • Retiro social y pérdida de interés en las relaciones con los demás.
  • Intensificar el conflicto y la dificultad de relacionarse normalmente con los demás.
  • Reducción inusual en el funcionamiento en el trabajo, escuela, iglesia y/o actividades comunitarias.
  • Problemas de concentración, memoria, confusión y procesamiento cognitivo.
  • Pérdida de iniciativa o deseo de participar en actividades normales y/o placenteras.
  • Cambios marcados en el sueño y/o el apetito.
  • Cambios rápidos o dramáticos en las emociones o «cambios de humor».
  • Deterioro en la higiene personal.
  • Miedos excesivos y/o inexplicados, sospechas, preocupaciones y ansiedades.
  • Numerosas molestias y quejas físicas vagas o ambiguas.
  • Sentimientos intensos y prolongados de tristeza, nerviosismo, irritabilidad o enojo.
  • Incapacidad progresiva para afrontar el estrés cotidiano y la tensión.
  • Aumento de la sensibilidad a los estímulos sensoriales tales como visiones, sonidos, olores o tacto.
  • Comportamiento, pensamientos y/o creencias extrañas.
  • Menciones vagas o específicas de desesperanza, apatía, desesperación y/o suicidio.

Siempre hay que estar atentos ante señales de este tipo, tanto en nosotros como en los que nos rodean, pues un trastorno mental tratado a tiempo no constituirá un impedimento para que la persona pueda llevar una vida plena.

¿Conoces a alguien que padezca algún trastorno mental? ¿Te identificas con alguno(s) de los indicativos dados? ¿Qué otras consecuencias conoces que acarreen los trastornos mentales? Déjanos tu comentario en la sección de comentarios y así podremos ir desmitificando este tema tan importante en nuestra actualidad.

Referencia

Abnormal and clinical psychology; an introductory textbook. (2003, 09). Scitech Book News, 27http://search.proquest.com.proxy.pba.edu/docview/200125316?accountid=26397

Millon, T. (1987). On the nature of taxonomy in psychopathology. In C. G. Last, & M. Hersen (Eds.), Issues in diagnostic research; Issues in diagnostic research (pp. 3-85, Chapter x, 349 Pages). Plenum Press, New York, NY.

Sebastiano, F. (2020). A journey through and beyond a “perfect storm”: the COVID-19 pandemic. Endocrine, 68(2), 249-250. http://dx.doi.org.proxy.pba.edu/10.1007/s12020-020-02336-y

10 Mitos y estigmas sobre la salud mental

Son muchos los estigmas sobre la salud mental, las enfermedades mentales y de quien las padece. Como sociedad, tendemos a desconocer e incluso a rechazar lo que nos resulta como un tópico difícil de enfrentar y las enfermedades mentales forman parte de dichos tópicos. ¿Cuánto en realidad sabemos sobre la salud mental? ¿Conocemos personas que sufren de soledad o abandono debido a alguna condición mental?

Además de la genética, el estrés del día a día que nuestra sociedad enfrenta en la actualidad se ha convertido en un factor desencadenante de desequilibrios a nivel psicológico; y ha permitido que se desarrolle el sustrato perfecto para la manifestación de enfermedades mentales tales como la depresión, ansiedad, estrés crónico, agorafobia, entre otras.

Son tan incomprendidas a nivel social el tema de la salud mental y las enfermedades mentales, que se estigmatiza a la persona que las padece. Pero para entender este fenómeno, primero veamos qué significa el estigma social en el ámbito psicológico con respecto a las enfermedades mentales

Estigmas sobre la salud mental, ¿Qué son?

Debido a los estigmas que rodean a la persona cuya salud mental ha sido afectada, esa persona sufre rechazo social que involucra su vida laboral, eclesiástica e incluso familiar.

Conocemos historias de personas que aún sus familiares desconocen las características de lo que implica su diagnóstico; y que incluso no muestran interés en conocerlo ni en cómo pueden ayudar a su familiar a sentirse mejor o a enfrentar su enfermedad.

Como dijimos anteriormente en nuestros posts, se tiene la concepción errónea de que una persona que tiene alguna enfermedad mental debe ser derivada a un asilo mental o alguna clínica psiquiátrica. Cuando en realidad, existen tratamientos que balancean los químicos cerebrales que en muchos casos afectan la salud mental. Incluso, hay terapias de ayuda, terapias de grupo y otras herramientas para lograr este fin.

10 estigmas sobre la salud mental

Las etiquetas de los estigmas sociales no ayudan al paciente a sentirse mejor. Por supuesto que el tener el diagnóstico da al paciente una sensación de “por fin” conocer lo que se padece; y poder ponerle un nombre al conjunto de síntomas que manifiesta, pero si no se trata dicho diagnóstico, aumentarán las probabilidades de que esa persona sufra de burlas o incomprensión debido a los estigmas.

Estos son algunos de los estigmas sobre la salud mental más extendidas:

  1. Las enfermedades mentales no son comunes: Cada vez son más las personas que son diagnosticadas con alguna enfermedad mental; y la vida cotidiana actual involucra altos niveles de estrés y complejidad que en tiempos pasados no existían. Una de cada cinco personas manifestará alguna enfermedad mental en algún punto de su vida.
  1. Si la persona se esfuerza con más vehemencia, podrá hacer desaparecer los síntomas: En realidad no todas las enfermedades mentales tienen el mismo tratamiento. Todo depende de las causas, los síntomas y las condiciones generales de la persona. Pero, en realidad, si la persona trata con más vehemencia sus síntomas no desaparecerán. Las enfermedades mentales son enfermedades reales, como dijimos anteriormente, el cerebro es un órgano, y como tal, también se enferma.

No siempre hace falta tratamiento

  1. Todo el que tenga una enfermedad mental necesita tratamiento: El tratamiento depende del tipo de enfermedad que afecte la salud mental del individuo. Algunos necesitarán medicación, otros terapias de grupo, otros terapias de otro tipo. Las generalizaciones en estos casos no aplican.
  2. En realidad es mucho lo que podemos hacer por las personas que padecen alguna enfermedad mental. Nuestro apoyo y comprensión son de gran valor para el tratamiento y mejoría de las personas cuya salud mental se ha visto afectada. El no juzgar, escuchar con atención; no tratar a la persona de forma diferente, y preguntar antes de emitir opiniones, puede hacer la diferencia en la vida del paciente.
  1. Las personas que padecen alguna enfermedad mental no están aptas para trabajar: Las enfermedades mentales cuando han sido tratadas correctamente, no constituyen un impedimento para realizar actividad laboral. Muchas personas con depresión, ansiedad, e incluso esquizofrenia pueden llevar una vida normal cuando tienen un tratamiento exitoso. Hay casos en los que la enfermedad es muy grave y la persona debe retirarse de sus labores, pero son casos extremos de afectación de la salud mental.

Otros 5 mitos

Continuando con nuestro listado, estos son los siguientes 5 estigmas sobre la salud mental más extendidos:

  1. Los niños que sufren de enfermedades mentales están “dañados” de por vida: Cuando un niño presenta alguna enfermedad mental, esta puede ser tratada con los tratamientos que amerite el caso para que el niño recupere su salud mental. Mientras más temprano en la vida del niño se trate la enfermedad, más el niño o la niña podrán disfrutar de una vida plena y feliz.
  1. Las enfermedades mentales son el resultado de una mala crianza: Existen factores genéticos que afectan la salud mental de la persona que padece alguna enfermedad mental. Pero, no se le puede atribuir a la crianza del individuo el total de la “culpa” de haber presentado síntomas de enfermedad mental. En tal caso, la crianza de los padres desempeña un rol importante en la exacerbación de los síntomas, o por el contrario, ser una base de apoyo y comprensión para la mejoría del niño o niña.

Tener una enfermedad mental no es signo de debilidad

  1. Tener una enfermedad mental es un signo de debilidad: No existe tal cosa como “fuerza mental” en el contexto de las enfermedades mentales. Una persona no desarrolla una enfermedad mental por ser “débil”. La “fuerza” mental no es lo mismo que la “salud” mental. De hecho, muchas personas que tienen afectada su salud mental, son personas que en otros ámbitos del desempeño mental manifiestan fortalezas y aptitudes.
  1. Las personas que tienen enfermedades mentales son violentas: Creemos que las enfermedades mentales se relacionan solamente a los tiroteos o actos terroristas que vemos en las noticias y que ocurren cada vez con más frecuencia en nuestro contexto social. Pero, hay enfermedades mentales como la depresión, la ansiedad, el autismo, entre otras, en las que no se manifiestan en lo absoluto síntomas de agresividad o violencia. Las estadísticas muestran que solo un 7,5% de los crímenes están asociados con personas con enfermedades mentales.
  1. La terapia es solo para adultos: Contrariamente a lo que se cree, la terapia también es útil para los niños que tienen alguna afectación de la salud mental. Las terapias para niños tienen un enfoque apropiado para cada edad y proporcionan a los niños herramientas para lidiar y manejar sus diagnósticos, así como también herramientas emocionales para los padres y familiares. Dándoles así un ambiente seguro y de apoyo para su desarrollo como individuos.

Ser fuente de apoyo para quienes sufren una enfermedad mental

Como cristianos debemos ser fuente de apoyo y comprensión para las personas que sufren de alguna enfermedad mental. Los estigmas sobre la salud mental no deben formar parte de nuestro vocabulario ni nuestro actuar cuando nos dirigimos o relacionamos con personas que tienen enfermedades mentales.

¿Conoces a alguna persona que tenga alguna enfermedad mental? ¿Tienes tú algún diagnóstico de enfermedad mental? De ser así ¿has conseguido en tu familia, iglesia o amigos el apoyo que tanto necesitas? ¿De qué otra forma recomiendas apoyar a una persona que tenga alguna enfermedad mental?

Déjanos tu comentario en la sección de comentarios de nuestro blog y así colaboremos para que este tema sea de conocimiento social para que podamos ser un apoyo para las personas que así lo necesitan.

La enfermedad mental: un enemigo invisible

Unos años atrás, cuando regresaba de Tennessee del viaje de graduación de mi hija Jasmin, el carro de Samuel, mi hijo menor, venía con un ruido en uno de los neumáticos. Ese ruido había estado ya por varias semanas, y él aludía que el ruido provenía de uno de los guardafangos que estaba medio suelto. Samuel lo trataba de ajustar un poco, y entonces el ruido se reducía un poco.

Estábamos regresando a Miami, y eran alrededor de las 10:00 PM de ese domingo de graduación. Corríamos por la ruta desértica de la I75, cuando, de momento, escuchamos un ruido agudo: uno de los neumáticos traseros del auto se había ponchado.

Rápidamente logré arrimar el carro a la orilla y, para mi sorpresa, descubrimos que el guardafangos que pensábamos no era problema.

Cuando quitamos la rueda para poner la de repuesto, fue cuando realmente entendimos cual era el origen del ruido: el neumático trasero estaba dañado, y nosotros no lo sabíamos. Por un lado, se veía muy bien. Es más; hacía un año que yo le había puesto cuatro neumáticos nuevos al carro pero, como el problema estaba en un área no visible, fue entonces cuando vimos el neumático explotado. Habíamos estado corriendo con una bomba de tiempo, pensando que el ruido que escuchábamos venia de otra fuente.

El problema que yo tuve con mi neumático es un ejemplo de muchos que tiene el ser humano. Conflictos que son una bomba de tiempo, porque no estamos conscientes de la magnitud de la situación: a menos que descubra y conozca la fuente, usted no podrá estar a salvo de las repercusiones de ese problema.

La enfermedad mental es un enemigo invisible

Hoy les quiero hablar de algo que está haciendo ruido en nuestra sociedad, y muchos no saben de dónde viene ese sonido, ni como atender ese problema. A este ruido yo le he llamado la enfermedad invisible. Invisible, porque no se habla de ella, y no se ve a simple vista.

Hay un estigma alrededor de esta enfermedad, que ha llevado a muchos a esconder su cabeza, como un avestruz en la arena y, si no se atiende el problema, tampoco sabremos cómo lidiar con el mismo. Les estoy hablando de las enfermedades mentales: esta semana estaremos tratando en nuestro blog sobre crisis, salud mental y Cristo. Mi objetivo con el blog de esta semana, es que usted pueda crear conciencia sobre estas enfermedades, y reciba herramientas prácticas para atender la enfermedad invisible en su comunidad.

Recientemente se ha hecho más conciencia en nuestra sociedad, sobre la importancia de ayudar a las personas que sufren de enfermedades mentales. Muchos están abogando por esta condición, especialmente los autores Fuller Torrey y Judy Miller, en su libro “La Plaga Invisible. Ellos dicen lo siguiente:

“Imagine una epidemia que no mata rápidamente a un gran porcentaje de los afectados, sino que lentamente mata al 15% por suicidio. Imagínese una epidemia tan insidiosa e insinuante que, dos siglos después de haber comenzado, apenas se nota, mezclada en el tejido de la vida de las personas, que unas cuantas personas inteligentes incluso niegan que la enfermedad existe. Imaginemos una epidemia que afecta a más de 4 millones de estadounidenses, la mayoría de ellos en la flor de la vida, y que seguirá afectando a más de uno de cada cien personas nacidas, pero que no es reconocido como un problema de salud pública importante y es ignorado en gran medida por los funcionarios que supervisan la salud de la nación. Esta es la epidemia de las enfermedades mentales.” (Págs. 2-3)

Esto fue escrito en el año 2001. Si ellos vieron las enfermedades mentales como una epidemia social en aumento en este país en aquel momento, ahora esta crisis tiene proporciones astronómicas. Usted no tiene idea de las estadísticas que tenemos hoy en día. El problema es que, si esta plaga está en aumento en la sociedad, esto mismo incrementará en nuestros círculos religiosos.

La iglesia es el primer lugar donde llegan las personas con problemas en busca de refugio pero, cuando llegan a ella, muchas veces los líderes de la misma no saben lidiar con esos problemas, por los estigmas que existen y la falta de información que hay sobre este tema.

Estadísticas sobre las enfermedad mental

Veamos algunas estadísticas:

  • Todos los años, 1 de 5 personas en América, sufre de una enfermedad mental (NAMI).
  • Entre un 15-25% de la población, sufrirá de alguna enfermedad mental en algún momento de su vida.
  • 59% de los pastores han aconsejado a alguna persona que en algún momento ha experimentado una enfermedad mental.
  • 27% de las personas que asisten el sábado a la iglesia, están lidiando con enfermedades mentales, ya sean ellos mismos o sus familiares (Rogers, Stanford, Garland. Mental Health, Religion & Culture, 2011).
  • El 22% de los pastores se muestran reacios a involucrarse con aquellos que tienen enfermedades mentales agudas, debido a que en experiencias anteriores les hicieron perder tiempo y recursos.
  • 23% de los pastores indican que ellos han estado luchando personalmente con alguna forma de enfermedad mental.
  • 49% de los pastores raramente hablan en sus sermones de las enfermedades mentales.
  • El 90% de los pastores, 74% de los individuos con enfermedades mentales agudas, y el 85% de los miembros de su familia, están de acuerdo en que las iglesias locales tienen la responsabilidad de proporcionar recursos y apoyo a las personas con enfermedades mentales y a sus familias. (LifeWay Research, 2014).

Estas estadísticas reflejan un estigma que existe en nuestra iglesia; podemos hablar sin ningún problema de las enfermedades cardiovasculares, respiratorias, del cáncer y hepatitis, pero cuando vienen las enfermedades que tienen que ver con el cerebro, hacemos silencio por el tabú que existe alrededor de este tema.

Recientemente hablé con un amigo de una conferencia, y me contaba que en un momento de su vida, experimentó un trauma muy agudo que lo llevó a padecer un desorden de estrés postraumático (Post Traumatic Stress Disorder). Fue a buscar ayuda profesional, y lo diagnosticaron con PTSD. Con lagrimas en sus ojos, me dijo no podía continuar con su tratamiento, porque los administradores de mi organización y sus compañeros de trabajo se iban a enterar del diagnóstico. El no quería que su imagen se viera afectada, y decidió sufrir en silencio.

Un hermano de la iglesia vino a mí, y me dijo: “quiero divorciarme de mi esposa porque tiene una enfermedad mental y, para la vida que he llevado con ella, creo que tengo derecho de divorciarme y volverme a casar”.

“Si tu esposa hubiera tenido cáncer, en vez de una enfermedad en el cerebro, ¿te hubieras divorciado de ella?” Le pregunte, y él me dijo que no; que las enfermedades mentales son diferentes, y que no hay quien soporte a una persona con este tipo de condición mental.Como cristianos, estamos llamados a aceptar a las personas marginadas o estigmatizadas, pero muchos encuentran esto difícil de llevar a cabo, especialmente cuando tiene que ver con personas que tienen enfermedades mentales.

Muchas personas con problemas emocionales, sufren discriminación en nuestras iglesias porque, como pastores y líderes, no estamos preparados para lidiar con la enfermedad silenciosa. Esa reacción, muchas veces es el
producto del miedo y la falta de conocimiento al respecto. Dios nos llama a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mt 22, 36-40); ese prójimo puede ser un hermano de la iglesia que se sienta a nuestro lado, y que sufre disimuladamente su enfermedad silenciosa.

Te pregunto, ¿te has sentido marginado o discriminado en algún momento por algún trastorno mental que has experimentado? Te invito a compartir tu experiencia conmigo: escríbela en la sección de comentarios de este blog, y ayúdame a eliminar el estigma que existe sobre las enfermedades mentales.