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viviendo en tiempos del coronavirus

Viviendo en tiempos del coronavirus

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La noche ha llegado a nuestras vidas con la entrada del coronavirus. Todo nuestro mundo ha sido trastornado. Calles vacías, supermercados sin productos esenciales. Graduaciones canceladas, escuelas cerradas. Iglesias cierran sus servicios para moverse a un servicio digital. Se hace un llamado al aislamiento. Se escuchan rumores en muchos Estados de activar la Guardia Nacional. En mis 50 años de vida nunca he experimentado una crisis como la que estamos viviendo hoy. ¿Qué nos depara el mañana? ¿Volverá el amanecer ante la oscuridad que embarga nuestro ser?

Ante tanta lobreguez, la reacción natural de nuestro cuerpo es activar su sistema de defensa ante el miedo y la inseguridad imperante. La ansiedad (un sentimiento de preocupación o intranquilidad), el miedo, la incertidumbre, el enojo y la tristeza son sentimientos comunes que algunas veces experimentamos cuando nos enfrentamos a una crisis. Son respuestas normales a las muchas tensiones que experimentamos.

La pregunta ahora es, ¿Cómo vive el cristiano ante una crisis que atenta contra nuestra existencia? ¿Cómo sobrevivir ante ésta amenaza de aniquilación por parte de un virus tan devastador? ¿Cómo terminará nuestra historia? En este artículo descubriremos por la gracia de Dios, cómo liberar el poder de Dios ante la amenaza del coronavirus.

Para permitirle a Dios obrar de una forma nunca antes vista en tu vida, necesitas reconocer que Dios está en control. ¿Cómo puedo reconocer que Dios está en control cuando el dolor y el sufrimiento embargan mi ser? ¿Si Dios está en control, por qué no hace algo para calmar la furia del coronavirus? Solo parece que Dios está de espalda a mi problema.

Hay dos actitudes que usted puede tomar cuando tiene problemas: La primera, es reconocer que Dios está en control y alabar a Dios diciendo: “Dios, no entiendo lo que está pasando, he perdido todo, todo lo veo oscuro en mi vida, pero a pesar de las circunstancias adversas que ha traído el coronavirus, yo sé que tú sabes lo que haces y estás en control”.

La segunda actitud que puedes tomar, es jalarte los pelos al desarrollar un espíritu de crítica y murmuración. Cuando optas por esta actitud negativa, simplemente estás diciéndole a Dios: “Tú no sabes como manejar mi vida” y comienzas a transitar por un camino de quejas y murmuraciones ante la crisis que estás viviendo. La Biblia afirma: “Porque Dios es el rey de toda la tierra…” Sal. 47:7. Así vemos que Dios es el rey soberano de toda la Tierra, todo lo que ocurre es permitido por el Rey. Él está sobre la pandemia del coronavirus. Necesitamos entender algo, Dios no es el originador del coronavirus, Dios no es el originador de la muerte, ni del dolor que puedes estar experimentando en este momento. Debes entender el contexto del mundo en el cual vives, vives en un mundo de pecado.

Nuestros primeros padres tuvieron la oportunidad de vivir felices eternamente, pero ellos decidieron desechar todo lo bueno y delicioso que Dios le había dado para su bienestar por simplemente comer del fruto prohibido. Conocemos el resto de la historia, Adán y Eva desobedecieron y el pecado entró en este mundo y por ende la muerte eterna. Hoy recibimos el producto del descuido de nuestros padres. Muchos dicen: pero ¿por qué Dios no intervino cuando Eva iba a tomar del fruto prohibido? Dios tenía el poder de intervenir, pero él nos ha dado el libre albedrío. Él no quiere que le sirvamos por miedo sino por amor, es por eso que nos da la libertad de escoger lo que queremos para nuestra vida. Hoy experimentamos dolor, muerte, angustia porque esa fue la elección de nuestros primeros padres. No fue la elección de Dios. La buena noticia de toda esta tragedia es, que a pesar de que el hombre desobedeció, Dios tenía un plan B, el plan de la salvación ya trazado desde antes que el hombre viniera a la existencia, porque Dios estaba en control como el Rey del universo y la última palabra la tiene Dios. Hay pecado, muerte, dolor y coronavirus, pero el plan de Dios es poner un punto final a toda esta odisea y llevarnos de regreso al hogar celestial.

Los problemas que nos agobian hoy vienen de tres fuentes. La primera el pecado de un mundo que esta herido de muerte. La segunda las acciones pecaminosas de personas que están a nuestro lado. Tercero el pecado que mora en nosotros que nos lleva a cometer errores y actos pecaminosos. Dios está en control y tiene la última palabra contra el pecado que hay en este mundo. Él nos dice: hay dolor, muerte y miseria, pero te daré un día no muy lejano vida Eterna. ¿Hay personas que han cometido acciones pecaminosas contra ti? ¿Te han violado tus derechos, abusado sexualmente, fisicamente o emocionalmente? ¿Te han ultrajado, calumniado o herido? Dios puede tomar todas esas acciones destructivas y cambiarlas en bendición eterna para tu vida.

Mira el caso de José y sus hermanos que empezamos a estudiar la semana pasada. Ellos tomaron a José lo echaron en una cisterna, lo vendieron como esclavo, lo acusaron falsamente, terminó en una prisión y de allí lo sacó Dios para ser el segundo en el imperio más grande del mundo de aquel entonces. Dios usó todo lo negativo que le había ocurrido a su vida para su crecimiento y bienestar emocional, entrenándolo para ser usado poderosamente en su causa y llevarlo a trascender sus límites. Dios también puede tomar todo lo negativo que te ha ocurrido a ti y usarlo poderosamente para transformar tu vida y convertirte en un gigante para su reino.

Muchos creen que Satanás es el que está encargado de este mundo, especialmente ahora que nos vemos amenazados por el coronavirus. Satanás no es el encargado. Dios está por encima de Satanás y él tiene que pedirle permiso a Dios para poder tocar tu vida con el coronavirus.

Recuerdas la historia de Job. Dios le dijo a Satanás: “Has visto mi siervo Job, temeroso y apartado del mal”. Y Satanás le dijo, “Sí, él te sirve porque tú tienes un cerco protector alrededor de él. Déjame tocarlo y verás cómo te maldice”. Dios se lo permitió. Satanás destruyó todo lo que Job tenía, destruyó su salud, su reputación. Pero Job amaba a Dios tanto que nunca dejó de reconocer que Dios estaba en control y en su dolor dijo: “Desnudo vine, desnudo regresaré al vientre de mi madre, sea el nombre de Jehová bendito” Job 1:21.

Dios tiene un cerco de protección alrededor de sus hijos. El coronavirus no podrá tocar tu hogar a menos que Dios lo permita como ocurrió en el caso de Job. Por lo tanto en vez de desfallecer ante los trastornos que está produciendo el coronavirus, levántate y confía en Dios que está en control de tu vida. Romanos 8:28 dice lo siguiente: “ Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Dios tiene un plan perfecto para tu vida. Quizás, miramos las circunstancias que nos rodean ante el coronavirus y pensamos que nos quedaremos inmóviles para siempre en un lugar de oscuridad y dolor. Cuanto más pedimos y clamamos a Dios que nos ayude, entonces más parecen amontonarse las circunstancias deprimentes de esta crisis.

Sin embargo, hay buenas noticias para tu alma. Nada puede lesionar a un cristiano a menos que lo permita nuestro Señor (ver Juan 1: 12; 2: 6). Y todo lo que se permite, ayuda para bien, a los que aman a Dios. Si Dios permite que nos sobrevengan sufrimientos y perplejidades, no es para destruirnos sino para refinarnos y santificarnos (ver Rom. 8: 17). Las dificultades y los desengaños de esta vida hacen que perdamos el apego a este mundo y nos impulsan a mirar al cielo como nuestro hogar. Nos enseñan la verdad en cuanto a nuestra condición frágil y perecedera, y hacen que dependamos de Dios para recibir apoyo y salvación. También desarrollan en nosotros un espíritu más humilde y sumiso, una disposición más paciente y tierna.

Esto lo han experimentado los hijos de Dios a través de la historia, y al final de sus vidas han podido decir que fueron afligidos para su bien (Sal. 119: 67, 71; cf. Heb. 12: 11). Esta verdad meridiana se ve reflejada en la vida de José. Antes de morir José dijo a sus hermanos: «Vosotros pensasteis mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien» (Gén. 50: 20). El coronavirus podrá traer calamidad y muerte a tu vida, pero Dios se encargará un día de trasnformar el dolor en bendición eterna.

Te desafío que en vez de jalarte los pelos por miedo ante el coronavirus, comiences a confiar en un Dios que está en el control de tu vida. Un Dios que no permitirá que ni aún un pelo de tu cabeza caiga sin su consentimiento. No puedo explicar como Dios hace sus milagros, porque si pudiera entender y explicar a mi Dios, él no fuera mi Dios. Lo que sí puedo explicar es que no importa los estragos que pueda traer el coronavirus, la última palabra no la tendrá este virus maligno. La última palabra la tendrá el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin. Aquel que tiene las llaves del Hades y te dice: “Al que venciere le daré que se siente conmigo en mi trono”. Tu destino es el trono del Dios del universo. Levántate de tus cenizas de miedo y ansiedad porque tu victoria final ya fue ganada en la Cruz del Calvario.


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