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Todo mi pasado lo dejo atrás

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Pablo escribe la carta a la iglesia de Filipo estando preso en Roma. Filipo fue la primera ciudad que Pablo visitó en Europa. En el capítulo 1 de Filipenses, Pablo les agradece por su amor y cariño y les asegura su afecto y oraciones. En el capítulo 2, apela a la unión espiritual y en el 3 exhorta a seguir la peregrinación terrestre sin perder de vista el galardón final. Pablo comienza el capítulo 3 diciendo: gozaos en el Señor.  Luego, a partir del versículo 2, Pablo centra su mensaje en que él no se gloría en la carne a pesar de que tiene muchas cosas en que gloriarse, sino que se gloría en conocer a Cristo. Todo lo da por perdido por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús.

Dicen los versículos 12-14: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante,  prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Pablo se coloca a sí mismo en la lucha que todos tenemos. Él no pretende haber alcanzado la perfección. Razones pudiera tener para gloriarse en sus logros, pero todo eso lo da por perdido, pues su meta no son lo logros terrenales sino alcanzar el premio final. Es como si él estuviera diciendo: primero, lo más importante. Esto no es un asunto de lo que tú logres en la vida, sino de hacer lo más importante, que es alcanzar el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Mi meta es una cosa, yo hago una sola cosa, olvido mi pasado, me extiendo a mi futuro para hacer lo más importante y así obtener el premio final.

El 7 de agosto de 1954, durante los Juegos del Imperio británico en Vancouver, Canadá, el mayor enfrentamiento nunca antes hecho de millas de gestión tuvo lugar. Se promocionó como el «milagro milla» porque el británico Roger Bannister y el australiano John Landy fueron los únicos dos corredores sub-cuatro-horas en el mundo. Bannister había sido el primer hombre en correr una milla en cuatro minutos. Ambos corredores estaban en condiciones óptimas. Con respecto a esta historia, recuerdo que cuando era niño, en la secundaria, estaba pasando con cuidado las páginas, examinando las fotos de los corredores famosos de la revista Life, y la extracción de las estadísticas y predicciones. Roger Bannister, MD, quien se convirtió en Sir Roger Bannister y maestro de un colegio de Oxford, propuso como estrategia el relajarse durante la tercera vuelta y guardar toda su energía para la última, pero cuando empezaron esa tercera vuelta, el australiano lo sobrepasó, estirando su ventaja ya considerable. Inmediatamente Bannister ajustó su estrategia, lo que aumentó su ritmo, ganándole a Landy. El plomo fue cortado rápidamente por la mitad, y en la campana de la última vuelta en la que aún estaban, Landy empezó a correr aún más rápido, y Bannister hizo lo mismo. Ambos hombres iban volando. Bannister sentía que iba a perder si Landy no reducía la velocidad. Luego, vino el famoso momento (repetido miles de veces en la impresión y el parpadeo de celuloide en blanco y negro) en el que en el último paso antes de la recta final la multitud rugió, por lo que Landy no podía escuchar las pisadas de Bannister y miró hacia atrás, un momento fatal para su concentración. Bannister lanzó su ataque y ganó los Juegos del Imperio ese día.

El Apóstol Pablo, como conocedor de los deportes, habría notado el error de Landy  inmediatamente porque sabía que para tener éxito un corredor no debe mirar hacia atrás por encima del hombro, él debe «olvidar lo que queda atrás», ya que cuando un corredor se gira, incluso solo un poco para mirar hacia atrás, hay una pérdida momentánea de enfoque y ritmo, por lo que incurre en la pérdida crítica de una fracción de segundo o incluso varios segundos.

Pablo dice: olvidando mis grandes triunfos, los cuales son innumerables. No puedo mirar a mis triunfos porque puedo desarrollar un espíritu de complacencia propia que me impedirá alcanzar la meta. Pero también decía: no puedo mirar mis derrotas, fracasos, recuerdos traumáticos. Me han apedreado,  rechazado, botado, injuriado, han hecho tantas cosas contra mí que si las miro no podré alcanzar lo más importante para mí. Todo mi pasado lo dejo atrás. El pasado es pasado, debe ser enterrado. Solo sirve para aprender de nuestros errores y seguir a la meta. Proponte hoy dejar el pasado atrás y no permitir que tu pasado decida tu destino. Todo lo puedes en Cristo Jesus.


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