Yo pensaba que sabía amar. Estaba casado con mi hermosa esposa, Zoraida, y estaba listo para hacerla feliz por el resto de su vida. Tenía la confianza de que haber crecido en un hogar Adventista era más que suficiente para hacer de mí un buen esposo.
Sin embargo, cuando la Luna de miel llegó a su fin, empecé a ver todas las imperfecciones de mi esposa y de repente empecé a maltratarla de formas en las que nunca pensé que lo haría. Las buenas conductas que quería practicar con ella, no las ponía en práctica, y las malas conductas que nunca pensé que mostraría, las mostré. Tuve el mismo problema que Pablo describe en Romanos 7:19, “porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago”.
¿Cuál era el problema? La respuesta que normalmente usamos para este asunto es que somos pecadores y que tenemos una naturaleza pecaminosa, lo cual es correcto, pero no era una excusa que yo podía usar para justificar mi comportamiento negativo. Otro aspecto consistía en que no sabemos cómo amar. Pero ¿cómo podía decir que no sabía cómo amar si había estado enamorado casi toda mi vida? No es lo mismo decir que estamos enamorados a que sabemos cómo amar. Me refiero al amor Ágape. Ese amor divino que es sacrificado e incondicional. El amor descrito en la Biblia en 1 Corintios 13, que no está gobernado por una emoción, sino por un principio.
Entonces, ¿por qué yo no sabía cómo amar? No lo sabía porque la forma en la que yo demostraba amor estaba conectada con mi falta de crecimiento emocional. Mi crecimiento biológico no era proporcional a mi crecimiento emocional. En otras palabras, yo podía tener 50 años, pero todavía me comportaba como un niño emocionalmente hablando.
La Neurociencia generalmente divide la mente en dos dimensiones: la mente consciente y la subconsciente. La primera, es aquella que está a cargo de tu memoria a corto plazo, todo lo que tienes en el presente. La segunda, es la que comanda tus acciones involuntarias, pensamientos automáticos, emociones, sueños, intuición e impulsos. Lo importante acerca de estos conceptos es que, de acuerdo con la literatura psicológica, la mente subconsciente es la que dirige tu vida. De hecho, 90 por ciento de todas las decisiones que tomas diariamente vienen de tu mente subconsciente.
Nuestra mente subconsciente lleva a cabo ciertas acciones antes de que podamos pensarlas de forma consciente, y, por lo tanto, impactan nuestro libre albedrío. Estas “pequeñas voces” no son más que meros pensamientos que emergen automáticamente en nuestras mentes. Ellos son parte de un libreto de vida interno que nos dice a dónde ir y qué hacer. Este libreto determina la forma en la que interpretamos el mundo y nuestra forma básica de ser. Inconscientemente, hemos ido desarrollando un libreto de vida desde la infancia. Estuvimos bajo la influencia de nuestras figuras de apego, especialmente nuestros padres o las personas más cercanas a nosotros y ahora estamos casi obligados a representar a estos individuos en nuestras vidas. Esto explicaba perfectamente la razón por la cual yo estaba comportándome de mala manera con mi esposa, en formas que herían sus sentimientos. Mi vida era guiada por el guión de vida que había recibido de mis padres.
Un guión de vida es la programación mental que afecta nuestras vidas. Nos da el lenguaje que queremos utilizar y las acciones que vamos a llevar a cabo. No es fácil estar totalmente consciente del libreto de vida que se sigue, pero buscar responder las preguntas complicadas sobre nuestra existencia marca la diferencia entre conformarse con la corriente del “esto es lo que hay” y el verdadero seguimiento del camino a un corazón sano. Hoy en día, todos vivimos un guión de vida influenciado por alguien de nuestro pasado. Esta es la razón principal por la que necesitamos aprender a amar. Estamos reviviendo la misma dinámica emocional que teníamos en nuestras familias y si nuestros padres no tuvieron la intención de enseñarnos cómo amar, probablemente tendremos dificultades para demostrar nuestro amor a otras personas.
Todos vivimos el amor de una forma limitada hasta que aprendemos cómo transformar nuestras vidas y, el hecho de que alguien no ame puede deberse a la falta de conocimiento sobre el amor. Si quisiéramos aprender sobre autos, sin duda lo haríamos a través de un estudio diligente sobre los mismos. Si quisiéramos ser chefs, seguramente aprenderíamos las artes culinarias e incluso trataríamos de tomar unas clases de cocina. Sin embargo, difícilmente nos parecerá obvio que, si queremos dar y recibir amor, deberíamos dedicar, aunque sea un poco más de tiempo, como el mecánico o el chef, a estudiar y aprender a amar. Ningún mecánico o cocinero creería jamás que el mero hecho de solo querer obtener conocimiento en estos temas los hará expertos. Lo mismo sucede con el amor. Es necesario aprender a amar y ser amado.
¿Cómo aprendemos a amar? Primero, necesitamos aprender la autoconsciencia. No podemos cambiar lo que no conocemos. Necesitamos encontrar, con la ayuda del Espíritu Santo, las imperfecciones que tenemos en nuestras vidas que nos alejan de Dios y de los demás. En mi caso, si yo quería aprender cómo amar a Zoraida, necesitaba tomar consciencia de que yo no estaba manejando mi enojo de forma correcta. Necesitaba entender los recuerdos o las experiencias que tenía en mi mente subconsciente que no me permitían expresar mi enojo en una forma santa. Los primeros dos capítulos del libro “Amar se aprende”presentan este tema y proveen ejercicios prácticos para ayudar a los lectores a darle sentido a su pasado y cambiar su comportamiento en el presente.
Segundo, necesitamos aumentar nuestra inteligencia emocional. ¿Cómo crecer en esta área? Reflexionando sobre nuestras emociones y poniéndoles el nombre que les corresponde. Practica empatizar contigo mismo(a) y con los demás. Conoce los factores que te estresan. Sé resiliente. Practica responder en lugar de reaccionar. Aumentar la inteligencia emocional es un proceso de toda la vida, así que no te rindas.
Tercero, necesitamos renovar nuestras mentes. La transformación de las mentes es el trabajo del Espíritu Santo. Al final, la tarea más importante que tenemos como seres humanos es aprender cómo amar a Dios y a los demás. El Apóstol Pablo dijo: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
Queremos desafiar a nuestras familias a aprender cómo amar y ser amados. Conduciremos seminarios en iglesias, escuela y organizaciones. Proveeremos recursos para todo aquel que quiere aprender a amar. Queremos invitarte a formar parte de esta iniciativa.
Dios te bendiga