Blog

Educando para la eternidad

Facebook
Twitter
LinkedIn

¡Se nos perdió Samuel! Estábamos en un parque de diversiones con la familia. Zory estaba con Samuel y ambos se entretuvieron, y pasó lo que jamás habríamos imaginado. Samuel se nos perdió. Empezamos a gritar su nombre, buscándolo por todos lados. Yo no estaba al lado de Zoraida, y cuando escuché los gritos, llego a donde estaba ella y le pregunté qué sucedía, y empecé a buscar a Samuel desenfrenadamente. Los pensamientos que pasaban por mi mente eran indescriptibles, cosas como las serie de TV “Special Victims”; niños robados, ¡Todo era una pesadilla! Hasta que por fin lo encontramos jugando como si nada estuviera pasando. Los sentimientos que experimentamos en ese momento no se los deseo a nadie.

Hoy, hay padres que han perdido a sus hijos y no lo saben. Hay otros que ya se han dado cuenta de que sus hijos están perdidos y se están “halando los pelos” por la desesperación. No estoy hablando de que esos hijos se han perdido en un mall o en la playa, en un parque de diversiones, o que se han perdido porque salieron y no llegaron. Yo estoy hablando sobre los hijos que se han perdido porque no quieren saber más nada de la iglesia y mucho menos de Dios.

Podemos ver algunas estadísticas sobre cómo es la relación de los jóvenes con la iglesia: el 59% de los jóvenes entre 19-29 años de edad se va de la Iglesia; el 50 % de esos jóvenes está significativamente frustrado con la iglesia; el 57% está menos activo que cuando tenía 15 años de edad; el 38% pasó por un periodo en el que dudaron de su fe.

Temo que hoy se esté levantando una generación que no conoce a Dios. Lo mismo que ocurrió en antaño cuando los padres de Israel no cumplieron con la orden divina de educar a sus hijos para la eternidad y se levantó una generación que no conocía a Dios.

Vayamos juntos a una historia fascinante, pero también triste. El pueblo de Israel había salido de Egipto para llegar a la tierra prometida en unos días. Pero, el viaje que debía haber durado solo unos días se convirtió en un viaje de 40 años, porque Dios dijo que por la desobediencia de ellos toda aquella generación no entraría en la tierra prometida. Solo entraron Josué y Caleb.

Josué guió al pueblo de Ismael en la conquista de la tierra prometida y tuvo grandes experiencias con el pueblo. Este llegó a respetar a Josué de la misma forma en la que respetó a Moisés. Pero, mientras el pueblo estaba celebrando las victorias que estaban obteniendo, algo estaba pasando detrás del telón que estaba minando al pueblo de Dios. El pueblo y sus líderes estaban descuidando una orden divina, cosa que iba a producir estragos en el pueblo de Dios.

En Jueces, capítulo 2:8-11 podemos leer lo siguiente: “Pero murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de ciento diez años. Y lo sepultaron en su heredad en Timnat-sera, en el monte de Efraín, al norte del monte de Gaas. Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel. Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales. Aquí, podemos notar la secuencia: Josué muere de 110 años de edad. El próximo versículo dice que también murió toda aquella generación que conoció a Dios. Y después de ellos se levantó una generación que no conocía a Jehová, ni la obra que Él había hecho en Israel.  ¿Cómo es posible que algo así haya acontecido?  ¿Cómo es que se puede levantar una generación que no conozca a Dios?

Ahora, desde Génesis hasta Josué, el conocimiento de Dios se había trasmitido de una forma verbal. No había libros, computadoras o papeles. ¿Cómo es posible que el conocimiento de Dios se trasmitiera si no había computadoras o libros? Simplemente porque los padres tenían una responsabilidad ante Dios de trasmitir a sus hijos todas las enseñanzas de forma verbal. Si se levantó una generación que no conocía a Dios, fue simplemente porque los padres no cumplieron con su responsabilidad de educar a sus hijos para la Eternidad.

Lo mismo que nos está ocurriendo hoy ya ocurrió en antaño. La única forma de poder parar esta epidemia es corriendo a acudir a la Biblia y estudiar las razones por la cuales se cometieron esos errores, y la solución que Dios da a esos errores de manera que nosotros no repitamos esos mismos problemas.

Es imperativo entender que como padres somos mayordomos de Dios. Este es el mensaje que encontramos en el primer capítulo de la Biblia. Dios crea al hombre a su imagen. La imagen de Dios se ha interpretado en tres dimensiones: la imagen estructural, relacional y funcional del hombre. El hombre tiene una estructura que le permite pensar, crear y actuar. Esa estructura lo lleva a tener una relación íntima con su Dios y con su prójimo porque para esto fue creado. La estructura y la relación lo llevan a cumplir con el aspecto funcional de la imagen de Dios. El hombre fue creado para cumplir con una función: ser mayordomo de lo creado por Dios.  Génesis 1:28 dice: multiplicaos, henchid la tierra, sojuzgadla. Esto quiere decir que Dios es el creador de todas las cosas y el hombre es el administrador.

Por lo tanto, cuando Dios te da un hijo, Dios no te está dando un regalo para que hagas con él lo que mejor te parezca. Dios te está dando tu hijo para que lo prepares para la Eternidad. Ahora, esto se complica un poco, porque cuando tú comienzas a ver la crianza de tus hijos desde la perspectiva de un mayordomo todo cambia. Cuando hablamos de mayordomía muchas veces pensamos en los diezmos y ofrendas. Pero, la mayordomía es mucho más que eso. Dios reservó en el huerto del Edén un árbol que le pertenecía a Él y le prohibió a Adán tocarlo.

Cuando me veo como mayordomo de mis hijos, no puedo verlos a ellos como un problema para mí; no los puedo ver como una carga. Tengo que verlos como una bendición, porque esos hijos que Dios me dio no me pertenecen, le pertenecen a Dios y Él me pedirá cuentas un día por lo que yo hice por ellos.

Es mi legado

Cada generación debe trasmitir un legado a las siguientes generaciones. Dios les dio mandamientos a los padres sobre el legado espiritual que deben trasmitir.

Para que puedan entender cómo esto es posible, necesitamos entender algunos aspectos sociológicos. Cada generación es responsable de las siguientes generaciones.

Zoraida y yo cometimos un error con nuestros hijos y fue el no forzarlos a hablar español en la casa. Si nosotros como padres no les enseñamos español, ellos van a tener más dificultades aprendiéndolo en la escuela. Es muy probable que mis nietos no puedan hablarlo tampoco porque mis hijos no lo hablaron. Y mis Tataranietos no podrán comunicarse con sus familiares que solo hablan español. ¿Se dan cuenta del efecto que tiene una generación en la otra?

Les voy a dar la evidencia bíblica sobre esto que estoy mencionando. En Deuteronomio 6:4-9 leemos: ”Oye, Israel: Jehová, nuestro Dios, Jehová uno es.  Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas.  Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Se las repetirás a tus hijos, y les hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino, al acostarte y cuando te levantes. Las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas”. También, en Isaías 54:13 leemos: “Tus hijos serán enseñados por Jehová”. En Joel 1:3 leemos: “Contad esto a vuestros hijos, ellos a sus hijos, y éstos a la otra generación”.

Analicemos estos versículos bien: los padres son llamados a amar a Jehová de todo corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas. Esas enseñanzas que los padres reciben de Dios las repetirán a sus hijos, hablarán de ellas estando en la casa, andando en el camino y al acostarse. Es decir, continuamente los padres estarán hablándoles de Dios a sus hijos. Ellos, en otras palabras, estarán educando a sus hijos para la Eternidad. Educar para la Eternidad es mi primera prioridad.

Si Josué 2:10 dice que se levantó una generación que no conoció a Dios es simplemente porque los padres fallaron en cumplir la orden de Dios de educar para la Eternidad. Dios no hace nada sin un propósito. Si Dios les había dado hijos a los Israelitas era para que ellos los prepararan para la Eternidad. El levantar una generación que no conocía a Dios trajo una gran tristeza al corazón de Dios.

Los padres en los tiempos de Israel debían educar en sus casas, traer a sus hijos al templo para también ser educados allí y cuando existieran escuelas, llevar a sus hijos a la escuela de los profetas, quienes eran los maestros.

Es por eso que yo digo que la educación cristiana no es algo opcional para los padres. La educación cristiana de los hijos no es responsabilidad de la escuela o iglesia, sino solamente de los padres. Un día tendremos que rendirle cuentas a Dios por el legado espiritual que les trasmitimos a nuestros hijos. Si es mi responsabilidad absoluta, no puedo presentar ninguna excusa para quitarme dicha responsabilidad.

En tu caso, ¿Será que la historia se repite?

Olvidamos que ante Dios somos mayordomos de nuestros hijos

No hay tiempo para el estudio personal y tampoco para estudiar con los hijos. Los medios de comunicación educan hoy a nuestros hijos.

Elena G. de White dice que los padres que han descuidado las responsabilidades que Dios les dio, deben hacer frente a ese descuido en el juicio. Entonces preguntará el Señor: “¿Dónde están los hijos que te di para que los prepararas para mí? ¿Por qué no están a mi diestra?” Muchos padres verán entonces que un amor necio les cegó los ojos para que no vieran las faltas de sus hijos y dejó que esos hijos desarrollaran caracteres deformados inaptos para el cielo. Otros verán que no concedieron a sus hijos tiempo y atención, amor y ternura; su descuido del deber hizo de sus hijos lo que son.(Testimonies for the Church 4:424).

¿Te imaginas el cielo con tus hijos? ¿La felicidad que eso traerá? ¿Te imaginas que ocurriría si como iglesia nos unimos para educar a nuestros hijos para la eternidad?  Piensa en esta iglesia de aquí a 10-20 años, ¿en dónde estará?

Dios me está contestando mi oración no como yo hubiera querido, pero como yo soy su mayordomo, no puedo decidir por mis hijos. Es la decisión de Dios, lo que Él quiera hacer con ellos.

Lo que más ama Dios en este mundo es a nuestros hijos. En Isaías 49:25 leemos: “…tu pelea yo la defenderé, y yo salvaré a tus hijos”

Tal vez tú estás triste porque educaste a tus hijos e hiciste lo mejor que pudiste, pero ellos están afuera de los caminos de Dios, de la iglesia. Dios te dice: cuando tú eduques a tus hijos para la Eternidad yo defenderé tu pelea.

Tal vez alguien que está leyendo este post no había entendido con claridad estas verdades y se siente culpable ante Dios. Pero aún estás a tiempo de ayudar a tus hijos a retomar el camino de Dios, a estar activo en la iglesia, a tener fe y obrar bien. Cuando educar a tus hijos para la Eternidad sea tu primera prioridad, Dios obrará en tu defensa, peleará esa batalla y salvará a tus hijos.

Estas verdades sirven también para ti mismo(a), pues somos mayordomos de nuestras propias vidas. Busca a Dios, busca andar en sus caminos, seguir sus mandamientos, guardar en tu corazón Su verdad, y él te ayudará a pelear también esa batalla.

Te invito a que compartas con nosotros, en la sección de comentarios, de qué otra forma podemos ser mejores mayordomos de nuestras vidas y las de nuestros hijos ante Dios. Gracias, que Dios te bendiga


Shopping Basket

Póngase en contacto

Suscríbase a nuestro boletín