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No te rindas. Dios no ha terminado contigo todavía

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No te rindas. Dios no ha terminado contigo todavía. No hay duda de que el COVID-19 pudiera marcar el momento decisivo de esta generación. Lo que está sucediendo en el mundo, y específicamente en este país, no tiene precedentes. No podemos escapar de noticias, actualizaciones, estadísticas diarias y semanales, y pronósticos para el futuro. Para algunos, el camino es ser héroes; para otros, es una oportunidad de hacer negocios; sin embargo, para otros, una triste tragedia.

No sé cuál es tu experiencia, pero al ver las noticias y leer los numerosos informes contradictorios de los funcionarios gubernamentales al final del día, el hecho es que todavía no hay cura para el COVID-19. Esto está haciendo que muchas personas piensen que no hay nada que se pueda hacer, entonces, ¿por qué deberían intentar hacer algo? Ellos dicen: «Solo necesito quedarme en casa y esperar a que termine esta crisis». Muchas personas están desarrollando lo que llamamos en psicología una desesperanza aprendida. Es decir, cuando nada  parece funcionar, entonces puedes decidir ser pasivo y simplemente no hacer nada y rendirte. Esta condición causa dolor emocional o físico todos los días a millones de personas. En este blog yo te desafío a que no te rindas. Dios no ha terminado contigo todavía.

La desesperanza aprendida

La desesperanza aprendida fue demostrada en animales por dos psicólogos, Martin Seligman y Steve Maier. Cuando se aplicaban descargas eléctricas a un lado de la jaula de los animales, estos saltaban para el otro lado. Con el tiempo, cuando ambos lados de la jaula recibían descargas eléctricas, los animales dejaron de luchar y buscar soluciones, y se desplomaron ante lo incontrolable.

Un amplio programa de investigación dejó claro que el factor determinante de tal síndrome era la incontrolabilidad percibida por los animales y no el estrés de los eventos aversivos. Esto significa que, si el animal recibe los estímulos aversivos, como por ejemplo choques eléctricos, pero puede poner fin a los mismos bajando una palanca, girando una rueda o saltando de la jaula hacia otro sitio, vale decir, el animal puede realizar cualquier conducta de escape que le otorgue sentido de control sobre la situación desagradable, entonces no desarrollará desesperanza.

Ahora bien, si el animal no puede escapar, es decir, queda simplemente expuesto al estresor sin que nada de lo que haga pueda poner fin a los estímulos desagradables, entonces luego de ello presentará indefensión. Por ejemplo, ya no intentará escapar de otros eventos aversivos, sino que se quedará pasivamente “aguantando” el malestar, aunque con un simple movimiento podría irse. También mostrará poco interés en una compañera sexual en celo e incluso en alimentarse. Su tasa de comportamiento habrá́ disminuido, se lo verá quieto, aletargado, sin motivación para iniciar casi ninguna conducta.

La desesperanza aprendida es una teoría para la depresión

La desesperanza aprendida es una teoría para la depresión, la tristeza y las personas que están renunciando a la vida. La desesperanza es considerada un pesar, una enfermedad, una maldición de gran potencia limitante. El filósofo Nietzsche la consideraba “la enfermedad del alma moderna”. Puede decirse que es un estado en el que se ven debilitados o extinguidos, el amor, la confianza, el entusiasmo, la alegría y la fe. Es una especie de frustración e impotencia, en las que se suele pensar que no es posible, por ninguna vía, lograr una meta o remediar alguna situación que se estima negativa. Es una manera de considerarse a la vez: atrapado, agobiado e inerme.

Ahora, necesitamos aclarar la diferencia entre desesperanza y decepción o desesperación porque fácilmente podríamos confundir estos términos. Por ejemplo, la decepción es la percepción de una expectativa defraudada, la desesperación es la pérdida de la paciencia y de la paz, un estado ansioso, angustiante, que hace al futuro una posibilidad atemorizante. Por otro lado, la desesperanza, por su parte, es la percepción de una imposibilidad presente, la idea de que no hay nada que hacer, ni ahora, ni nunca, y el sujeto se rinde ante las desavenencias incontrolables. Y es justamente ese sentido absolutista, lo que le hace aparecer como un estado perjudicial y nefasto para la mente humana.

Dios llamo a Moises cuando se había rendido.

Cuando Dios llamó a Moisés desde la zarza ardiente, creo que Moisés estaba sufriendo una condición de desesperanza aprendida en ese momento de su vida. Moisés tenía 80 años cuando Dios lo llamó para hacer algo extraordinario. Sin embargo, Moisés se consideraba a sí mismo como alguien que había llegado al final de su camino y no tenía nada más que ofrecer. Moisés ya se había rendido en la vida. Había huido del rey más poderoso de la tierra. Su sueño de convertirse en faraón había terminado. Su sueño de convertirse en el libertador de su pueblo había fracasado miserablemente. Terminó con Labán y se casó con Zéfora. Y ahora, vemos a Moisés, 40 años después, pastoreando las ovejas de otra persona. No tenía nada propio aparte de su esposa e hijos. Por esa razón, renunció a su sueño, pasión, y decidió vivir pasivamente sin siquiera intentar escapar o luchar contra sus circunstancias porque no tenía nada más que hacer que adaptarse a su condición de impotencia aprendida.

La parte triste de todo esto es que Moisés renunció a su llamado de ser el libertador de su pueblo mientras los israelitas todavía estaban sufriendo en Egipto. Por un lado, veo a Dios diciendo: “Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus sufrimientos”; pero, por otro lado, veo a Moisés cansado de intentarlo, rindiéndose a sus circunstancias adversas, viviendo con una condición de desesperanza aprendida.

Lo que me encanta de esta historia es que Dios llamó a Moisés desde su desesperanza aprendida cuando tenía 80 años. Permíteme hacer un paréntesis aquí. Tal vez las circunstancias que rodean nuestras vidas nos dicen que no hay nada más que podamos hacer para ayudar a los que sufren. Si el gobierno no sabe qué hacer con esta crisis, ¿qué más podemos hacer? Pero, a pesar de nuestros pensamientos cognitivos distorsionados, Dios nos está llamando a cumplir su misión, porque de la misma manera que Dios no había terminado con Moisés cuando tenía 80 años, todavía no ha terminado con nosotros. No te rindas.

Déjame contarte sobre dos personas que no se rindieron a pesar de sus circunstancias adversas.

Claudio, un romano de una familia noble, sufrió varios problemas de salud a lo largo de su vida, evitó el asesinato de su familia porque nadie pensó que era una amenaza. Luego, se convirtió en el emperador, conquistó Gran Bretaña, que se consideraba imposible de conquistar en ese momento, y se convirtió en uno de los más grandes gobernantes de la antigua Roma.

Franklin D. Roosevelt, fue elegido presidente de Estados Unidos cuatro veces a pesar de que estaba paralizado de la cintura para abajo después de haberse enfermado de polio. Para postularse para un cargo público aprendió a caminar una corta distancia usando un bastón mientras usaba abrazaderas de hierro y tuvo mucho cuidado de nunca aparecer en público en una silla de ruedas.

Dios te está diciendo en medio de la crisis del COVID-19 que aún no ha terminado contigo. El COVID-19 puede amenazar tu vida y a tu familia, puede hacer que pierdas tu empleo, pero Dios sigue diciendo que aún no ha terminado contigo. No te rindas. Tal vez temes la incertidumbre del mañana, pero Dios aún no ha terminado. No te rindas.

 

¿Qué debes hacer para no rendirte?

  •  Comprender que se trata de una percepción y no de una realidad. Los lentes que usas para ver la crisis que tienes por delante influye en la realidad que percibes.
  •  Asumir que todo pasa, que cada día es nuevo y está lleno de posibilidades y potencialidades. Nuevas son todos los días las misericordias de Dios (Lam. 3:22-23).
  •  Pedirle a Dios que te ayude a buscar formas creativas de abordar la situación valorada como amenaza.
  •  Busca ayuda en otras personas que tengan otros recursos que tú no poseas.
  •  Sé agradecido. Céntrate en los recursos, dones y talentos, en vez de enfocarte en el problema que tienes por delante.
  •  Buscar en tu experiencia conductas que te hayan servido para superar situaciones similares. No tenemos nada que temer a menos que olvidemos cómo Dios ha estado con nosotros hasta hoy.
  •  Tratar de segmentar la acción. No te enredes. Define una estrategia y da un paso a la vez para salir del hueco en donde estás.

No puedes dejar que las circunstancias adversas que vives hoy definan tu futuro y la historia que recibirá la próxima generación. No te rindas. Dios te ha dado la capacidad para levantarte de tus cenizas. Todo lo puedes en Cristo que te fortalece. Has perdido tu empleo, un ser querido, ves que no hay solución, no te rindas. Dios está a tu lado y es tu Pastor, y aunque andes en valle de sombra o de muerte no temerás mal alguno porque Dios estará contigo.


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