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Crecimiento espiritual

No hay crecimiento espiritual sin crecimiento emocional

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¿Cómo podemos crecer emocionalmente, sanar, amar a Dios y a nuestro prójimo?

La tarea más importante que tenemos como seres humanos es aprender a amar a Dios y a nuestro prójimo. No hay nada más importante en este mundo que aprender a amar. Hemos estado estudiando cómo el Pueblo de Israel, esa generación que salió de Egipto, quedó muerta en el desierto y solo entraron dos hombres a la Tierra prometida: Josué y Caleb. Esto sucedió simplemente porque no permitieron que el poder de Dios cambiara sus vidas, pero más que eso, no crecieron emocionalmente.

Ya hemos estudiado las diferentes etapas en las que una persona puede estar emocionalmente. Y hoy quiero seguir profundizando en este tema. Y quiero comenzar con el siguiente planteamiento: es imposible ser espiritualmente maduro mientras se permanece emocionalmente inmaduro. Es imposible. Al mismo tiempo que yo crezco espiritualmente, debo crecer emocionalmente, porque el Espíritu que produce el crecimiento espiritual es el mismo Espíritu que produce el crecimiento emocional.

Veamos la vida de los discípulos de Jesús. Él estuvo con ellos por 3 años y si se analiza la vida de todos ellos, especialmente la de Pedro al que le llamaban el Hijo del trueno, tenían problemas en su crecimiento emocional, no sabían cómo expresar sus emociones a pesar de estar cerca de Jesús. Y yo me dirijo a ese líder, padre de familia, que va todos los Sábados a la iglesia, cree en Dios, que ha experimentado una conversión: puede que sientas que tienes crecimiento espiritual y que en realidad no lo tengas, pues este tiene que ser proporcional a tu crecimiento emocional. No puedes estar el Sábado en la mañana en la iglesia orando, cantando, alabando el nombre del Señor y luego en la tarde maldecir con tus labios, usar tu lengua para criticar, para censurar, no saber controlar tus emociones, porque entonces, ¿en dónde está el Espíritu de Dios? Porque el Espíritu que te ayuda a tener un corazón lleno de amor hacia Dios es el mismo Espíritu que te ayuda a tener un corazón lleno de amor hacia tu prójimo. “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros” (Juan 13:34).

Aún momentos antes de su crucifixión, cuando Jesús estaba con sus discípulos en el huerto de Getsemaní fue apresado, Pedro tomó su espada y cortó la oreja del que estaba allí. Muestra de que Pedro no sabía manejar sus emociones, no había logrado crecer emocionalmente.

Tal vez ese pudiera ser tu caso y por eso luchas; Estás tratando; Vas a la iglesia, oras, pides al Señor que te ayude a cambiar, porque tu esposa(o) te dice que la forma en la que le hablas no es correcta, no tienes una buena relación con tus hijos y ves que tu familia no es saludable, porque no has descubierto este aspecto que es tan importante en la vida de todo ser humano.

La forma en la que crezco espiritualmente debe ser la misma en la que debo crecer emocionalmente. La Biblia dice en Efesios 4:13-17: “hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de Dios para ser un hombre de plena madurez hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Es decir, Pablo le está diciendo a la iglesia de Éfeso: necesitamos alcanzar una madurez, una estatura; “Esto para que ya no seamos niños sacudidos a la deriva, y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina, por estratagema de hombre que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”. Es decir, hubo una etapa en tu vida en la que te comportaste como un niño, espiritualmente y emocionalmente hablando, pero se espera que madures, que crezcas, que desarrolles esa mente de Cristo que te lleva a reflejar la imagen de Dios en tus relaciones.

El versículo culmina diciendo que siguiendo la verdad con amor crezcamos. Aquí está la palabra “crece”, nuevamente. Crezcamos espiritualmente y emocionalmente, en todo, hacia Aquel que es la cabeza, Cristo. En el versículo 16 encontramos: de parte de Él todo el cuerpo, bien concertado, bien entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad dada a cada uno de los miembros para ir edificándose en amor. Dios espera que crezcamos, que maduremos. Y, ¿qué quiere decir maduro?: completo, íntegro, perfecto, bien desarrollado.

En 1 de Corintios 13:11, Pablo, hablando sobre la excelencia del amor dice: cuando era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño, pero cuando llegué a ser hombre, dejé lo que era de niño. Aquí está uno de los problemas que pudiéramos estar teniendo. Estamos en la iglesia y llevamos años participando del rito de la Santa Cena, alabando al Señor, yendo a la iglesia con nuestra familia, pero seguimos comportándonos como niños, seguimos peleando, seguimos con las mismas costumbres y hábitos malsanos que teníamos cuando estábamos fuera del Reino de Dios. Y Pablo nos dice: hubo una época en tu vida cuando fuiste niño, pero cuando te encuentras Con Cristo Jesús, cuando el Espíritu de Dios toma control de tu mente, se espera un crecimiento, un cambio, que alcances una estatura, que seas transformado.

Esa transformación que viene a hacer el Espíritu en tu mente es una transformación espiritual y emocional en donde Él la renueva, te ayuda a pensar, a manejarla y a hacerla como la de Cristo. Porque en donde está el Espíritu de Dios, no puede estar el odio, el rencor, las emociones negativas, que te llevan a pecar, a destruir la vida de las personas que están a tu lado.

Gálatas 5: 22-23 nos habla de ese fruto del Espíritu que recibes cuando ese Espíritu viene a hacer la transformación espiritual y emocional en tu vida. Recordemos que estos frutos son el amor, el gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, mansedumbre, templanza, dominio propio. Es decir, que el dominio que tú necesitas para reflejar la inteligencia emocional que Dios te ha dado es parte de los frutos del Espíritu.

Si estás luchando en tu vida, con una mente que no ha sido transformada, con emociones que no has podido controlar, si sientes que no tienes relaciones saludables con tu esposo(a), hijos, comunidad, es hora de que te detengas y le pidas al Señor: transfórmame, transforma mi mente, quiero tener dominio propio. Es hora de que lo invites a que venga a hacer una obra especial en tu corazón.

Que Dios te bendiga y te guarde y que estas líneas te ayuden a crecer, a dejar de actuar como un niño emocionalmente hablando y comiences a alcanzar la madurez en Cristo Jesús


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